"No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber.
No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo... La vida es desierto y oasis, nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia... No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.. no caigas en el peor de los errores EL SILENCIO. La mayoría vive en un silencio espantoso.. No te resignes.. disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.. Aprende de quienes puedan enseñarte... No permitas que la vida te pase a tí sin que la vivas..."
(La sociedad de los poetas muertos)
COLECTIVO DE ARTISTAS: puede que este no sea un espacio. Puede que, en verdad, sea un GRITO desde un espacio real, externo, en el que las personas están ciertamente vinculadas. Se miran a los ojos; se esperan y se abrazan; personas cuyas manos son ALAS QUE LATEN EN MEDIO DE UN TIFÓN. Aquí solamente coordino, como gansa, un vuelo. Fotógrafos, pintores, dibujantes, escritores, artistas, aguardamos su participación: abrazomariposa@yahoo.com.ar toboganesdelviento@gmail.com Gisela Mancuso
sábado, 16 de noviembre de 2013
viernes, 15 de noviembre de 2013
Citas de Lupita López Carreño en "La curiosidad de un pasaje abierto"; "Cartas sin estampilla" y "La ceremonia del realismo mágico"
“[…] Y en puntas de pie besó el aire conjeturando
su boca, como con ese desmán con que se adelanta un abrazo desde la esquina extendiendo
los brazos, las manos y las uñas largas para que la magia transpire el amor
antes que la piel de los cuerpos […]”
Lupita
López Carreño, “La curiosidad de un pasaje abierto”, © Ed. Friday Gives,
septiembre 1977.
“[…]
Sonrío extensamente. A veces el amor, por desmesurado, puro, elocuente, duele
en la boca. La mueca frente a la noticia del colacionado, le había entumecido
las mejillas. Y Sonrió. Sonrío ampliamente hasta que, tras cerrar la puerta con
el telegrama en las manos temblorosas, tocaron el timbre. Una. Dos. Tres veces.
Y ahí sonrió la casa. Y tembló la cama, como en trote apurado,
inescrupulosamente.”
Lupita
López Carreño, “Cartas sin estampilla”, © Ed. Friday Gives, septiembre 1980.
“[…] Como un culto adscripto a ese amor de
encastres ignotos, el llamado a los dioses de la intemperie fue coetáneo a la
reunión de sus almas abyectas, cansadas, acumuladas de deseos efervescentes:
una noche de agosto del 1970, la luz de neón serpenteó sobre el abrazo, como un
relámpago de corta distancia, iniciático del fuego; la misma noche de agosto,
el beso en el callejón patentó el inventario de la espera y, como un trueno, anunció
los mil pedazos en que devendría el pasado que los había hendido; la misma
noche de agosto, las hileras de baldosas a sus costados se agrietaron como si
dos rayos hubieran sido disparados por el Dios de la tempestad, por el Dios de
los despejes de las tinieblas, solo a sus costados, subrayando sus lindes. Se
quedaron solos en su lugar en el mundo esa misma noche de agosto del 1970 en la
que se precipitó toda la vida de pronto y una tormenta eléctrica sólo llovió sobre
sus caras […]”
Lupita
López Carreño, “La ceremonia del realismo mágico”; © Ed. Friday Gives,
septiembre 1972.
“[…] La
nigromante de “Canteros”, tras la liturgia anterior a la tormenta, frente al
siempre insomne Ramón Olleros, ya había divulgado la antigua profecía:
<<Mi
Santa Madre, Doña Juana de Fuentes, me ha contado de infanta una leyenda que,
decía ella, se consumaría la noche de agosto en que, bajo las luces de neón del
centro de la “Plaza de los Escribientes”, se toparan un varón y una mujer que
reescribirían el Evangelio, un varón que sería varón, fiel, compañero, amigo,
amante, anatómicamente completo con la salvedad de una costilla, y una mujer,
valiente, aguerrida, fiel, compañera, amiga, y ardiente de su varón, que nacería
del carozo de una naranja. Y ellos se darían, así, a la tarea de contravenir
los axiomas de enseres, neceseres y pábulos prohibidos con el pretexto de
jactancia de la eternidad. Se darían al compromiso de incautar los
mandamientos, pero practicando sus actos a la vista de las ágoras, con buena fe
y amor profundos. La noche de agosto en que esos imberbes retoñaren en el
encuentro diabólico de un amor señero, todos los seres de Canteros, se
curarían. Se curarían del padecimiento clínico, la dolencia mental y el pecado.
Hombres y mujeres, animales y plantas, despertarían sin el mal que los
fatigaba´.
Es por
eso, Ramón, que ahora usted ha descubierto lo que es dormir, ha descubierto de
sí la emergencia del cansancio, y su mujer ha podido cruzar la dolencia ramificada.
A partir de esta noche acaecida bajo la lluvia de agosto en la plaza central,
la vida permanecerá finita, pero desde una inmunidad completa inicial. Sirva,
Ramón, aprovechar que la concreción legendaria no le ha hecho perder la
memoria, y que la sabiduría puede aletargar la muerte verdadera tan oscura y
tan temida en este pueblo.”
Lupita López Carreño, “La ceremonia del realismo
mágico”; © Ed. Friday Gives, septiembre 1972.
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