sábado, 16 de noviembre de 2013

"No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber.
No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo... La vida es desierto y oasis, nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia... No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.. no caigas en el peor de los errores EL SILENCIO. La mayoría vive en un silencio espantoso.. No te resignes.. disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.. Aprende de quienes puedan enseñarte... No permitas que la vida te pase a tí sin que la vivas..." 
(La sociedad de los poetas muertos)

viernes, 15 de noviembre de 2013

Citas de Lupita López Carreño en "La curiosidad de un pasaje abierto"; "Cartas sin estampilla" y "La ceremonia del realismo mágico"


“[…] Y en puntas de pie besó el aire conjeturando su boca, como con ese desmán con que se adelanta un abrazo desde la esquina extendiendo los brazos, las manos y las uñas largas para que la magia transpire el amor antes que la piel de los cuerpos […]”
Lupita López Carreño, “La curiosidad de un pasaje abierto”, © Ed. Friday Gives, septiembre 1977.
“[…] Sonrío extensamente. A veces el amor, por desmesurado, puro, elocuente, duele en la boca. La mueca frente a la noticia del colacionado, le había entumecido las mejillas. Y Sonrió. Sonrío ampliamente hasta que, tras cerrar la puerta con el telegrama en las manos temblorosas, tocaron el timbre. Una. Dos. Tres veces. Y ahí sonrió la casa. Y tembló la cama, como en trote apurado, inescrupulosamente.”
Lupita López Carreño, “Cartas sin estampilla”, © Ed. Friday Gives, septiembre 1980.
“[…]  Como un culto adscripto a ese amor de encastres ignotos, el llamado a los dioses de la intemperie fue coetáneo a la reunión de sus almas abyectas, cansadas, acumuladas de deseos efervescentes: una noche de agosto del 1970, la luz de neón serpenteó sobre el abrazo, como un relámpago de corta distancia, iniciático del fuego; la misma noche de agosto, el beso en el callejón patentó el inventario de la espera y, como un trueno, anunció los mil pedazos en que devendría el pasado que los había hendido; la misma noche de agosto, las hileras de baldosas a sus costados se agrietaron como si dos rayos hubieran sido disparados por el Dios de la tempestad, por el Dios de los despejes de las tinieblas, solo a sus costados, subrayando sus lindes. Se quedaron solos en su lugar en el mundo esa misma noche de agosto del 1970 en la que se precipitó toda la vida de pronto y una tormenta eléctrica sólo llovió sobre sus caras […]”
Lupita López Carreño, “La ceremonia del realismo mágico”; © Ed. Friday Gives, septiembre 1972.
“[…] La nigromante de “Canteros”, tras la liturgia anterior a la tormenta, frente al siempre insomne Ramón Olleros, ya había divulgado la antigua profecía:
<<Mi Santa Madre, Doña Juana de Fuentes, me ha contado de infanta una leyenda que, decía ella, se consumaría la noche de agosto en que, bajo las luces de neón del centro de la “Plaza de los Escribientes”, se toparan un varón y una mujer que reescribirían el Evangelio, un varón que sería varón, fiel, compañero, amigo, amante, anatómicamente completo con la salvedad de una costilla, y una mujer, valiente, aguerrida, fiel, compañera, amiga, y ardiente de su varón, que nacería del carozo de una naranja. Y ellos se darían, así, a la tarea de contravenir los axiomas de enseres, neceseres y pábulos prohibidos con el pretexto de jactancia de la eternidad. Se darían al compromiso de incautar los mandamientos, pero practicando sus actos a la vista de las ágoras, con buena fe y amor profundos. La noche de agosto en que esos imberbes retoñaren en el encuentro diabólico de un amor señero, todos los seres de Canteros, se curarían. Se curarían del padecimiento clínico, la dolencia mental y el pecado. Hombres y mujeres, animales y plantas, despertarían sin el mal que los fatigaba´.
Es por eso, Ramón, que ahora usted ha descubierto lo que es dormir, ha descubierto de sí la emergencia del cansancio, y su mujer ha podido cruzar la dolencia ramificada. A partir de esta noche acaecida bajo la lluvia de agosto en la plaza central, la vida permanecerá finita, pero desde una inmunidad completa inicial. Sirva, Ramón, aprovechar que la concreción legendaria no le ha hecho perder la memoria, y que la sabiduría puede aletargar la muerte verdadera tan oscura y tan temida en este pueblo.”
Lupita López Carreño, “La ceremonia del realismo mágico”; © Ed. Friday Gives, septiembre 1972.