I
Es una mariposa que se alimenta de los suspiros de la gente: dicen que de noche, cuando no hay nadie en el patio, la mariposa aletea y rellena los agujeros de sus alas con luces brillantes de todos los colores. Con esas luces y las de las luciérnagas que se ponen como locas en el cantero, iluminan el camino de los que han suspirado por lo perdido, o suspirado por lo ganado, o suspirado por lo que desean conseguir y les cuesta. Yo por ejemplo, suspiré en septiembre. Y hace dos días, sentí que tenía adentro una cadena de luces de colores como la de los arbolitos de navidad.
II
Hay personas que suspiran muy poco, muy lento y es todo lo que pueden hacer: llevan tantas tensiones en la espalda que la exhalación del deseo es apenas legible para la mariposa de alambre. Para esos casos tiene sus artilugios: si esa tarde alguien ha tomado un café a su alrededor y no pudo doblegar el aire de la expiración, la mariposa de la campana propone una asamblea extraordinaria a las hormigas negras del cantero, que de espaldas cargadas saben bastante. Entonces espera. La mariposa espera que el suspirador liviano regrese. Cuando expira, todavía una brisa cansada que no le alcanza a la mariposa para conocer sus deseos más importantes, las hormigas trepan sobre los juncos y los girasoles, que producen un sendero de viento que le arriba a la mariposa el suspiro del comensal sin ganas. Va juntando el aire del otro, de a poco, en el Patio de Los Suspiros, hasta conocer todos sus secretos y los aloja en sus celdas agujereadas, que se iluminan con una luz verde. Con una luz de un verde brillante que se muta en aura del suspirador sin consuelo. La última vez que lo hizo, allí donde suelen brotarnos las alas cuando deseamos algo mucho y con mucho miedo, el suspirador se fue del bar caminando por el aire, a unos centímetros del suelo. Cuando volvió, suspiró tan fuerte que causó un tifón que le alcanzó a la mariposa para conocer todos los sueños de todos los vecinos del barrio.
III.-
Y un día…La
mariposa férrea se dobló: uno de los dobleces de alambre se zafó del enganche
de la pinza del artesano. Fue un verdadero lío: las hormigas treparon por la
pared hasta alcanzarla, pero no tenían fuerza aunque trabajaban en equipo. Sin
embargo, por esa misma razón, le encontraron la vuelta a la herida de la
mariposa. No había tiempo: había que hacerle la vuelta al alambre porque las
luces de colores que la mariposa gestaba con los suspiros de los soñadores, se
escabullían por la desunión. Ahora las hormigas, las negras, las coloradas,
fueron quienes convocaron a una reunión de consorcio en el centro de El Patio
de Los Suspiros. El piquete superó las expectativas: ¡hasta los bicho bolita
deshicieron las bolitas y caminaron rápido para asistir a tiempo a la reunión!
Por voto mayoritario, la hormiga designada directora del acta del día, con gran
valentía, arriesgando su propio estar, buscó a la lagartija que siempre andaba
dando vueltas en el patio intimidando a todos los bichos del lugar. Esta vez,
la lagartija no sintió hambre al ver a la hormiga Reina enfrentándola. “Necesitamos
que arregles a la mariposa. La gente está suspirando mucho, y ya no se puede
respirar de tanto suspiro y deseo irresuelto”, le dijo la hormiga a la
lagartija que no sin ganas y gula calculaba cuánto podía saciarla la hormiga. “Sé
que querés comerme porque así son las
cosas. Pues, hazlo, lagartija, no sin antes doblar el alambre que se le zafó a
el ala de nuestra amiga mágica”. “Está bien, dijo la lagartija. No tengo
hambre, pero cuando termino el trabajo, igual te voy a comer”. La hormiga
siguió los pasos de la lagartija. Detrás, la multitud de hormigas observaban
las técnicas de su depredadora. La hormiga reina suspiró muy fuerte justo en el
momento en que la lagartija terminó su trabajo. Y resultó entonces que, aunque
la hormiga se quedó parada, y no pensó en huir para cumplir su promesa, la
lagartija dijo “me voy”. “En este patio no se puede comer sabroso. Avisen si se
desengancha la mariposa y vuelvo”. Y se fue. La lagartija se fue a otro patio,
y la hormiga Reina a su hormiguero: la mariposa destellaba una luz plateada
porque la hormiga, mientras esperaba, había deseado su vida.
IV.-
Dicen que de noche deambula en El
Patio de los Suspiros un joven, su cuerpo como de aire, fantasmagórico. Es un
hombre que solo puede ser estudiado por la mariposa que se ha propuesto
iluminarlo centrándose por un tiempo en él, no tanto para que lo vean los
otros, como para que él se vea a sí mismo y no se reconozca: cabizbajo, de
humo, sin la sonrisa contagiosa que emergía sobre la barba del mentón. Dicen
que de noche, más que transformarlo, la mariposa ser propone que el hombre
recupere la formación. Dicen que de noche ese hombre sabe lo que quiere. Dicen
que de día lo olvida todo, y solo advierte de sí como dejavúes de su vida
pasada, de su vida querida de sus orígenes. Dicen también que de noche, del
otro lado, en otro lado, una mujer camina sobre la línea que separa los
mosaicos de su living enmarcada por una luz verde esmeralda: ella también se
olvida de sí, pero no de él, a quien espera, mientras la mariposa de alambre lo
vuelve oruga para que entienda, para que se reconozca desde su origen, y pueda,
sino elegir, sí saber lo que quiere y no puede, y suspirar. Sin suspiros, la
mariposa de alambre se debilita y no puede ayudar al joven. Solo cuando él
grite el suspiro de su deseo, solo cuando lo asuma, dicen; dicen que de noche,
un día, se volverá legible. Y será tocado solo por los destellos del alma con
que congenia la suya. Dicen. Yo no sé pero dicen. Que hay almas gemelas que
bostezan y duermen cuando no se encuentran.
abrazomariposa@yahoo.com.ar
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