martes, 30 de julio de 2013

DISTANT SOUNDS --------------- A CLIQUEAR

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http://clearcanvas.bandcamp.com/album/distant-sounds-ep

Si uno recreara sonoramente un camino de buceo en las profundidades de una laguna de aguas azules, probablemente escogería las notas que, en su conjunto, convergerán en la medianera de nuestras emociones, de nuestros sentimientos estables: en la frontera invisible e indivisible entre las vibraciones, el burbujeo de lo deseado y la calma que se añora para que las burbujas lleguen a destino antes de romperse.
Escuchando Distant sound, uno se adentra en uno, se zambulle en las estelas de lo desconocido, aunque remita a lo que nos hizo crecer y besar a los ´80.
Uno hace pie allí donde hay agua y más agua debajo. Porque los sonidos se nos acercan y, si estamos distantes, nos vociferan al oído esa historia que cada auditor completa a partir de la iniciativa de los músicos.
Los sonidos distantes atemperan los latidos del corazón: recrean un mundo narrado como en secreto, como hormigas que caminan por los laberintos de nuestros oídos. Como un caracol que nos zumba esa esencia de la que estamos hechos aunque tantas veces parezcamos tan distantes.

Gisela Vanesa Mancuso

Fragmento de Romeo y Julieta de William Shakespeare





ROMEO [adelantándose]
Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido.
Pero, alto. ¿Qué luz alumbra esa ventana?
Es el oriente, y Julieta, el sol.
Sal, bello sol, y mata a la luna envidiosa,
que está enferma y pálida de pena
porque tú, que la sirves, eres más hermoso.
Si es tan envidiosa, no seas su sirviente.
Su ropa de vestal es de un verde apagado
que sólo llevan los bobos ¡Tírala!
(Entra JULIETA arriba, en el balcón]

¡Ah, es mi dama, es mi amor!
¡Ojalá lo supiera!
Mueve los labios, mas no habla. No importa:
hablan sus ojos; voy a responderles.
¡Qué presuntuoso! No me habla a mí.
Dos de las estrellas más hermosas del cielo
tenían que ausentarse y han rogado a sus ojos
que brillen en su puesto hasta que vuelvan.
¿Y si ojos se cambiasen con estrellas?
El fulgor de su mejilla les haría avergonzarse,
como la luz del día a una lámpara; y sus ojos
lucirían en el cielo tan brillantes
que, al no haber noche, cantarían las aves.
¡Ved cómo apoya la mejilla en la mano!
¡Ah, quién fuera el guante de esa mano
por tocarle la mejilla!

viernes, 26 de julio de 2013

EL MUNDO DONDE LOS HOMBRES SE CALLABAN - CARLOS SKLIAR

Carlos Skliar

Había un mundo donde los hombres se callaban.

Se callaban porque todo lo que decían no se encontraba en ningún sitio y, en su lugar, sólo veían desolación y ausencia, bosques siempre renegridos y los despojos de un tiempo perdido.

Se callaban porque decían que sí cuando en verdad dudaban y rodeaban la piel viva de la incertidumbre con largos sonidos oscuros. Porque decían que no cuando lo cierto era que temblaban y soñaban y sentían. Y porque decían y decían y decían y no había nadie, ninguno, del otro lado.

Se callaban porque transformaron las grandes palabras en bocas partidas y perdieron de vista hasta secar las más pequeñas, las palabras dichas por primera vez, las palabras-sílabas.

Se callaban porque al decirse ya no se miraban. Se regodeaban, se ensalzaban, se engrandecían, se aniquilaban.

En el mundo de los hombres que se callaban, las mañanas comenzaban con gestos limpios. Las tardes no precisaban sonidos ajenos. Y por la noche, en vez de hablar, escuchaban.

Escuchaban a los niños que sí hablaban. Escuchaban a las mujeres que sí hablaban. Escuchaban la tierra que sí hablaba.

Y se detenían. Se daban cuenta que escuchar era más largo que hablar, más hondo, más claro. Percibían con asombro cuánto el mundo era más interesante que ellos mismos.

Por fin, regresaban a la vida a la que habían perdido porque sólo invocaban su nombre sin pronunciarla. Volvían a la vida a la que habían fatigado por tantas declinaciones sin motivo.


Los hombres se callaron y, así, descubrieron la humedad, el deseo, la abertura de los párpados.

Y, también, por acaso o por asombro, descubrieron la escritura.

(Puede leerse también en: http://carlosskliar.blogspot.com.ar/)
Skliar - Literatura - Filosofía - Educación
CARLOSSKLIAR.BLOGSPOT.COM

San Telmo


martes, 23 de julio de 2013

Huellas

Fabio Morábito  Huellas A Diego, quien me dio la idea

Está lejos de la parte más concurrida de la playa y, como de costumbre, mientras camina, mira las huellas de los bañistas en la arena. Le gustan los sitios apartados, donde las huellas son escasas y puede observarlas mejor. Mira el rastro de una madre y de su niño, que va en sentido contrario al suyo. Son pisadas de dos o tres horas atrás. Piensa que una mujer no se habría aventurado sola cargando a su niño hasta ese punto de la playa, así que también debió de acompañarlos el padre, cuyas huellas han desaparecido porque seguramente caminaba más cerca de la orilla y han sido borradas por el agua. Las del pequeño, que aparecen y desaparecen a intervalos regulares, indican que su madre lo cargaba, lo bajaba durante un rato y volvía a cargarlo. Donde sus huellas están ausentes, las de la madre se ven más delineadas por el mayor peso que sus pies soportaban en ese momento y el arco dactilar de ella se observa dilatado a causa del movimiento instintivo para proporcionar al cuerpo una mejor base de equilibrio. Él nunca se cansa de ver las alteraciones que tienen lugar en la anatomía del pie de una madre cuando ésta carga a su crío; incluso ha observado que la dilatación del arco dactilar se da espontáneamente en muchas mujeres con sólo mirar a un bebé.
La arena se ha enfriado y eso lo pone nervioso. Le gustaría alcanzar el extremo de la bahía, pero piensa que debe regresar, pues dentro de poco se hará de noche. Está a punto de darse media vuelta para volver, cuando se fija en otras huellas, un rastro que avanza hacia el final de la playa, formado por las pisadas de dos hombres y una mujer que caminan juntos. La mujer va en medio, probablemente cogida del brazo de los dos hombres, porque los tres pares de huellas están muy próximos entre sí. Él mira a lo lejos para ver si alcanza a ver a los tres individuos y, en efecto, distingue tres puntos aparentemente inmóviles y se pregunta por qué se habrán alejado tanto. A la distancia en que se encuentran, no puede saber si están de regreso, pero supone que sí, porque va a anochecer dentro de poco.
Advierte en las pisadas de los dos hombres y la mujer una leve contracción de los dedos, que conoce bien. Sabe que suele ser fruto de alguna tensión o malestar. Es como si temieran cortarse con algo puntiagudo, un clavo o un trozo de vidrio. Pero hay algo más en sus huellas que lo desconcierta. Es un rastro demasiado regular, desprovisto de esas ondulaciones que suelen tener las pisadas de quienes caminan en la orilla del mar. Al contrario de la mayor parte de los bañistas, que se retiran de un salto cada vez que una ola particularmente fuerte los alcanza, los dos hombres y la mujer parecen haber hallado la línea que transcurre más cerca del agua sin ser afectada por las olas, como si tuvieran el poder de predecir con exactitud el alcance de la marea sobre la arena, lo que hace que su rastro sea extrañamente parejo. Nunca había visto un rastro tan en consonancia con el oleaje. Vuelve a preguntarse si no estarán de regreso. Si estuviera seguro de que vienen de regreso se sentaría a esperarlos, para verlos de cerca.
Piensa que debe volver al hotel, pero esas huellas lo intrigan. El hombre de la derecha es el de más edad, porque en sus pisadas se nota una mayor proximidad de los dedos al metatarso, y observa que al lado de sus huellas se ven las marcas de algo puntiagudo, quizá un palo o un bastón, aunque el hombre no parece tan viejo como para necesitar un bastón. El de la izquierda es el más joven, pero no tanto como para no ser el esposo de la mujer. Sin embargo, él cree que el marido de la mujer es el otro, el más viejo, porque ella invade constantemente su línea de pisadas, como si lo empujara o se recargara en él, lo que indica un grado de confianza que la mujer no tiene con el hombre más joven, cuyas huellas nunca llegan a morder las suyas. De hecho, las pisadas del hombre más joven se encuentran ligeramente rezagadas con respecto a las de sus acompañantes. Parecería que la mujer, tomándolo del brazo, lo estuviera jalando para que se emparejara con ella y con el hombre mayor, sin conseguirlo completamente, ya que el joven se resiste, lo que se advierte por su manera de pisar con el lado externo del pie, que es como se camina cuando no se quiere hacer ruido o se está nervioso. Es, pues, como si hubiera entre la mujer y el hombre más joven una pugna sorda. Piensa que la mujer no lo tomaría del brazo si el hombre más joven no fuera amigo de ella y del otro hombre. El hombre joven, así, es alguien cercano a los dos, pero más cercano a la mujer, a juzgar por aquel forcejeo sutil, como si entre él y la mujer existiera algún entendimiento del cual se halla excluido el hombre más viejo…
Se pregunta si no lo adivinó desde el principio; si no fue esto lo que percibió oscuramente desde que se fijó en el rastro de los tres. Imagina al hombre más joven, renuente a esa caminata en compañía de su amante y del marido de ésta, y a la mujer que toma a su joven amante del brazo para darle ánimo o, quizá, para tenerlo bajo control. Tal vez, incluso, lo sujeta de ese modo para que no desfallezca ante lo que han planeado hacer en esta hora extrema en que no hay nadie en la playa.
Se ha detenido, horrorizado por esta idea. La playa luce completamente vacía en la luz moribunda del ocaso. Sabe que debe volver. Han pasado más de diez minutos desde que descubrió aquel rastro y los tres siguen siendo unos puntos casi invisibles en la distancia. Comprende que no vienen de regreso, sino que avanzan hacia el extremo de la bahía, donde la playa se adelgaza y termina en un roquedal que divide el mar abierto de las aguas relativamente tranquilas de la ensenada. Un sitio inhóspito, donde la corriente encajonada entre los riscos forma rápidos remolinos. En veinte minutos más, con la celeridad de los atardeceres del trópico, las tinieblas se tragarán la playa, lo que hace más inexplicable que los tres sigan caminando en dirección al roquerío de la punta.

Ha visto en su vida decenas de miles de pies. No hay nada probablemente que conozca mejor que los pies. Las pisadas le indican no sólo las características físicas de un individuo sino su personalidad, incluso su estado de ánimo, o eso cree él. ¿Para qué le sirve todo eso? Para nada. Hasta es posible que lo haya perjudicado, alejándolo de sus semejantes. Porque no es tan tonto como para ignorar que la información que proporcionan las huellas de unos pies no dice nada verdaderamente decisivo acerca de su dueño. A lo mejor, en el fondo, busca liberarse de esa obsesión, forzando sus dotes inductivas para que algún día la realidad lo desmienta rotundamente y, así, lo cure. Pero por primera vez su vicio detectivesco le parece providencial. Se ha olvidado del hotel y camina sin despegar los ojos de aquel rastro, buscando algún indicio de violencia ejercida sobre el hombre de más edad. Se concentra en las marcas del bastón, las observa minuciosamente y advierte que son más tenues que las que dejaría un bastón de viejo, como si el hombre no lo usara para apoyarse sino para trazar señales en la arena, y se pregunta si el tipo, al verlo a él en la lejanía después de voltear en algún momento, consciente del peligro que corre, no le estará mandando con el bastón un mensaje de socorro. Las señales, en efecto, parecen sucederse en una alternancia regular de rasgos largos y rasgos breves. Luego, la súbita revelación lo obliga a pararse y a observar de nuevo los tres puntos a lo lejos. ¿Cómo no lo comprendió en seguida? Todo, en un instante, encaja en su sitio. La ansiedad que muestran esas pisadas, que él interpretó erróneamente como un forcejeo cómplice entre la mujer y el hombre más joven; la extraña capacidad de los tres de predecir el alcance del oleaje; la nerviosa intermitencia del bastón del hombre de más edad; todo, de golpe, le parece de una claridad casi obvia, al comprender que las marcas intermitentes son de un bastón de ciego. Los tres, cogidos del brazo, caminan hacia el lado equivocado de la playa porque no pueden ver, y él, a un par de kilómetros de distancia, es el único que se ha percatado de su error. Empieza a correr y conforme cobra conciencia de que tiene que darse prisa antes de que la marea nocturna alcance a los dos hombres y a la mujer entre las rocas de la punta, aumenta el ritmo hasta encontrar una cadencia sostenida, demasiado sostenida para sus escasas aptitudes de corredor. Piensa que lo que aprendió en toda una vida de extirpar callos y juanetes, de aplicar pomadas y extraer uñas enterradas, de lijar talones y atacar los hongos bajo los dedos de los pies, se justifica por esta única carrera para alcanzar a los tres individuos que caminan en la dirección equivocada. Sigue corriendo, la vista fija en los tres puntos delante de él, reprochándose su escasa condición atlética, y diez minutos después se le acaba el aire y tiene que pararse. Mira el primer mar nocturno, su extensión acerada y fría que da miedo, mientras pone sus manos sobre las rodillas para facilitar en esa posición el paso del aire a los pulmones. Cuando se ha recuperado, reanuda la carrera a un ritmo más bajo. Le parece extraño que no haya acortado la distancia que lo separa de ellos, cuyas siluetas no se han agrandado en lo más mínimo, y sigue corriendo durante otros cinco minutos, luego vuelve a pararse, desalentado al ver que los tres puntos, ahora casi borrados por las tinieblas, parecen estar a la misma distancia de antes. Baja la vista, fijándose otra vez en las huellas, y entiende por qué no puede alcanzarlos. Ellos también han empezado a correr.

jueves, 18 de julio de 2013

Juegos Florales Virtuales Invierno 2013 - Mis Escritos

Invierno 2013 - Mis Escritos

Mis Escritos convoca a los Juegos Florales Virtuales Invierno 2013 de acuerdo a las siguientes bases:
1.      Podrán participar escritores de cualquier nacionalidad y lugar de residencia, mayores de 18 años de edad.
2.      La participación es libre y gratuita.
3.      Las obras deberán estar escritas en idioma español y ajustarse a las consignas asignadas a cada género. Las consignas deberán estarsubrayadas en el texto. No se admitirán obras que no contengan las tres palabras (en poesía) y/o la frase completa de las consignas. La idea es que los participantes escriban a partir de las consignas.
4.      CONSIGNAS:
a.      Para poesía: SALVAJE, ESPEJO Y CERRO
b.      Para narrativa: “CAMINÓ LENTAMENTE, BUSCANDO DONDE REFUGIARSE”
5.      Cada autor podrá participar en ambos géneros con sólo una obra en cada uno.
6.      ENVÍO DE LOS TEXTOS Y DATOS COMPLETOS. Las obras deberán enviarse en un archivo Word, tamaño A4, con tipografía Times New Roman, cuerpo 12, denominado “Poesía” y/o “Cuento” (lo que corresponda). No deberán estar firmadas ni con nombre real ni con seudónimo. En otro archivo Word deberán enviar los datos personales completos: Nombre y apellido, domicilio completo, Número de documento (sólo para residentes en Argentina), teléfono (fijo y celular), fecha de nacimiento, correo electrónico principal y alternativo. Ambos archivos en un solo mensaje a juegosflorales@misescritos.com.ar . (NO enviar currículum pues los mismos no serán tenidos en cuenta por los miembros de los Jurados).
7.      EXTENSIÓN DE LOS TEXTOS. En género poesía se admitirán obras que no superen los 35 versos. En género cuento, no deberán superar las 70 líneas.
8.       CATEGORÍAS: se establecen dos categorías:
a.       autores residentes en Argentina;
b.       autores residentes en el resto del mundo.
9.      PREMIOS: Para ambas categorías y ambos géneros:
a.      1º Premio: Diploma, tríptico con obras de los autores (en formato PDF) 2º y 3º Premio: Diploma y tríptico con obras de los autores (en formato PDF)
b.      Menciones de Honor – Un máximo de tres por categoría y género – Diploma
10.  PLAZOS: La inscripción cerrará el día 15 de Agosto de 2013 a las 24 hs, de Argentina.
11.  El jurado estará integrado por escritores del ámbito local siendo su fallo inapelable.
12.  Los premios serán enviados por correo electrónico.
13.  Mis Escritos convocará a un Juego Floral por cada estación del año, con lo cual en el año 2013 habrá un total de 48 obras seleccionadas; con las mismas editaremos, en el 2014, un libro en papel, conteniendo todas esas obras bajo el título Juegos Florales 2013. Con su participación los autores autorizan la publicación de sus obras. La edición del libro se realizará a demanda. La adquisición de ejemplares no será obligatoria.
14.  Cualquier circunstancia no descripta en estas bases será derimida por Mis Escritos a su solo arbitrio.

 

martes, 16 de julio de 2013

El tren expreso - Ramón de Campoamor

El tren expreso
                                        Al ingeniero de caminos el célebre escritor
                               don José de Echegaray, su admirador y amigo.

Canto primero: la noche
I
Habiéndome robado el albedrío
un amor tan infausto como mío,
ya recobrados la quietud y el seso,
volvía de Paris en tren expreso;
y cuando estaba ajeno de cuidado,
como un pobre viajero fatigado,
para pasar bien cómodo la noche
muellemente acostado,
al arrancar el tren subió a mi coche,
seguida de una anciana,
una joven hermosa,
alta, rubia, delgada y muy graciosa,
digna de ser morena y sevillana.

II
Luego, a una voz de mando
por algún héroe de las artes dada,
empezó el tren a trepidar, andando
con un trajín de fiera encadenada.
Al dejar la estación, lanzó un gemido
la máquina, que libre se veía,
y corriendo al principio solapada
cual la sierpe que sale de su nido,
ya al claro resplandor de las estrellas,
por los campos, rugiendo, parecía
un león con melena de centellas.

III
Cuando miraba atento
aquel tren que corría como el viento,
con sonrisa impregnada de amargura
me preguntó la joven con dulzura:
«¿Sois español?». Y su armonioso acento,
tan armonioso y puro, que aun ahora
el recordarlo sólo me embelesa,
«Soy español» la dije;  «¿y vos, señora?».
«Yo», dijo,  «soy francesa.»
«Podéis», la repliqué con arrogancia,
«la hermosura alabar de vuestro suelo,
pues creo, como hay Dios, que es vuestra Francia
un país tan hermoso como el cielo.»
«Verdad que es el país de mis amores,
el país del ingenio y de la guerra;
pero en cambio», me dijo,  «es vuestra tierra
la patria del honor y de las flores:
no os podéis figurar cuánto me extraña
que, al ver sus resplandores,
el sol de vuestra España
no tenga, como el de Asia, adoradores.»
Y después de halagarnos obsequiosos
del patrio amor el puro sentimiento,
entrambos nos quedamos silenciosos
como heridos de un mismo pensamiento.

IV
Caminar entre sombras es lo mismo
que dar vueltas por sendas mal seguras
en el fondo sin fondo de un abismo.
Juntando a la verdad mil conjeturas,
veía allá a lo lejos, desde el coche,
agitarse sin fin cosas oscuras,
y en torno, cien especies de negruras
tomadas de cien partes de la noche.
¡Calor de fragua a un lado, al otro frío!...
¡Lamentos de la máquina espantosos
que agregan el terror y el desvarío
a todos estos limbos misteriosos!...
¡Las rocas, que parecen esqueletos!...
¡Las nubes con extrañas abrasadas!...
¡Luces tristes! ¡Tinieblas alumbradas!...
¡El horror que hace grandes los objetos!...
¡Claridad espectral de la neblina!
¡Juegos de llama y humo indescriptibles!...
¡Unos grupos de bruma blanquecina
esparcidos por dedos invisibles!
¡Masas informes..., límites inciertos!...
¡Montes que se hunden! ¡Árboles que crecen!...
¡Horizontes lejanos que parecen
vagas costas del reino de los muertos
¡Sombra, humareda, confusión y nieblas!...
¡Acá lo turbio..., allá lo indiscernible...,
y entre el humo del tren y las tinieblas,
aquí una cosa negra, allí otra horrible!

V
¡Cosa rara! Entretanto,
al lado de mujer tan seductora
no podía dormir, siendo yo un santo
que duerme, cuando no ama, a cualquier hora.
Mil veces intenté quedar dormido,
mas fue inútil empeño:
admiraba a la joven, y es sabido
que a mí la admiración me quita el sueño.
Yo estaba inquieto, y ella,
sin echar sobre mí mirada alguna,
abrió la ventanilla de su lado
y, como un ser prendado de la luna,
miró al cielo azulado;
preguntó, por hablar, qué hora sería,
y al ver correr cada fugaz estrella,
«Ved un alma que pasa», me decía.

VI
«¿Vais muy lejos?», con voz ya conmovida
le pregunté a mi joven compañera.
«Muy lejos», contestó;  «¡voy decidida
a morir a un lugar de la frontera!»
Y se quedó pensando en lo futuro,
su mirada en el aire distraída
cual se mira en la noche un sitio oscuro
donde fue una visión desvanecida.
«¿No os habrás divertido»,
la repliqué galante,
«la ciudad seductora
en donde todo amante
deja recuerdos y se trae olvido?»
«¿Lo traéis vos?», me dijo con tristeza.
«Todo en Paris lo hace olvidar, señora»,
le contesté,  «la moda y la riqueza.
Yo me vine a Paris desesperado,
por no ver en Madrid a cierta ingrata.»
«Pues yo vine», exclamó,  «y hallé casado
a un hombre ingrato a quién amé soltero.»
«Tengo un rencor», le dije,  «que me mata.»
«Yo una pena», me dijo,  «que me muero.»
Y al recuerdo infeliz de aquel ingrato,
siendo su mente espejo de mi mente,
quedándose en silencio un grande rato
pasó una larga historia por su frente.

VII
Como el tren no corría, que volaba,
era tan vivo el viento, era tan frío,
que el aire parecía que cortaba:
así el lector no extrañará que, tierno,
cuidase de su bien más que del mío,
pues hacía un gran frío, tan gran frío,
que echó al lobo del bosque aquel invierno.
Y cuando ella, doliente,
con el cuerpo aterido,
«Tengo frío», me dijo dulcemente
con voz que, más que voz, era un balido,
me acerqué a contemplar su hermosa frente,
y os juro, por el cielo,
que, a aquel reflejo de la luz escaso,
la joven parecía hecha de raso,
de nácar, de jazmín y terciopelo;
y creyendo invadidos por el hielo
aquellos pies tan lindos,
desdoblando mi manta zamorana,
que tenía más borlas, verde y grana
que todos los cerezos y los guindos
que en Zamora se crían,
cual si fuese una madre cuidadosa,
con la cabeza ya vertiginosa,
la tapé aquellos pies, que bien podrían
ocultarse en el cáliz de la rosa.

VIII
¡De la sombra y el fuego al claroscuro
brotaban perspectivas espantosas,
y me hacía el efecto de un conjuro
al reverberar en cada muro
de las sombras las danzas misteriosas!...
¡La joven que acostada traslucía
con su aspecto ideal, su aire sencillo,
y que, más que mujer, me parecía
un ángel de Rafael o de Murillo!
¡Sus manos por las venas serpenteadas
que la fiebre abultaba y encendía,
hermosas manos, que a tener cruzadas
por la oración habitual tendía...
¡sus ojos, siempre abiertos, aunque a oscuras,
mirando al mundo de las cosas puras!
¡su blanca faz de palidez cubierta!
¡Aquel cuerpo a que daban sus posturas
la celestial fijeza de una muerta!...
Las fajas tenebrosas
del techo, que irradiaba tristemente
aquella luz de cueva submarina;
y esa continua sucesión de cosas
que así en el corazón como en la mente
acaban por formar una neblina!...
¡Del tren expreso la infernal balumba!...
¡La claridad de cueva que salía
del techo de aquel coche, que tenía
la forma de la tapa de una tumba!...
¡La visión triste y bella
de sublime concierto
de todo aquel horrible desconcierto,
me hacía traslucir en torno de ella
algo vivo rondando un algo muerto!

IX
De pronto, atronadora,
entre un humo que surcan llamaradas,
despide la feroz locomotora
un torrente de notas aflautadas,
para anunciar, al despertar la aurora,
una estación que en feria convertía
el vulgo con su eterna gritería,
la cual, susurradora y esplendente,
con las luces del gas brillaba enfrente;
y al llegar, un gemido
lanzando prolongado y lastimero,
el tren en la estación entró seguido
cual si entrase un reptil a su agujero.


Canto segundo: el día

I
Y continuando la infeliz historia,
que aún vaga como un sueño en mi memoria,
veo al fin, a la luz de la alborada,
que el rubio de oro de su pelo brilla
cual la paja de trigo calcinada
por agosto en los campos de Castilla.
Y con semblante cariñoso y serio,
y una expresión del todo religiosa,
como llevando a cabo algún misterio,
después de un  «¡Ay, Dios mío!»
me dijo, señalando un cementerio:
«¡Los que duermen allí no tienen frío!»

II
El humo, en ondulante movimiento,
dividiéndose a un lado y a otro lado,
se tiende por el viento
cual la crin de un caballo desbocado.
ayer era otra fauna, hoy otra flora;
verdura y aridez, calor y frío;
andar tantos kilómetros por hora
causa al alma el mareo del vacío;
pues salvando el abismo, el llano, el monte.
con un ciego correr que al rayo excede,
en loco desvarío
sucede un horizonte a otro horizonte
y una estación a otra estación sucede.

III
Más ciego cada vez por su hermosura
de la mujer aquella,
al fin la hablé con la mayor ternura,
a pesar de mis muchos desengaños;
porque al viajar en tren con una bella
va, aunque un poco al azar y a la ventura,
muy deprisa el amor a los treinta años.

Y «¿Adónde vais ahora?»,
pregunté a la viajera.
«Marcho, olvidada por mi amor primero»,
me respondió sincera,
«a esperar el olvido un año entero.»
«Pero, ¿y después?», le pregunté, «señora?»
«Después», me contestó, «¡lo que Dios quiera!»

IV
Y porque así sus penas distraía,
las mías le conté con alegría
y un cuento amontoné sobre otro cuento,
mientras ella, abstrayéndose, veía
las gradaciones de color que hacía
la luz descomponiéndose en el viento.
Y haciendo yo castillos en el aire,
o, como dicen ellos, en España,
la referí, no sé si con donaire,
cuentos de Homero y de Maricastaña.
En mis cuadros risueños,
pintando mucho amor y mucha pena,
como el que tiene la cabeza llena
de heroínas francesas y de ensueños,
había cada llama
capaz de poner fuego al mundo entero;
y no faltaba nunca un caballero
que, por gustar solícito a su dama,
la sirviese, siendo héroe, de escudero.
Y ya de un nuevo amor en los umbrales,
cual si fuese el aliento nuestro idioma,
más bien que con la voz, con las señales,
esta verdad tan grande como un templo
la convertí en axioma:
que para dos que se aman tiernamente,
ella y yo, por ejemplo,
es cosa ya olvidada por sabida
que un árbol, una piedra y una fuente
pueden ser el edén de nuestra vida.

V
Como en amor es credo,
o artículo de fe que yo proclamo,
que en este mundo de pasión y olvido,
o se oye conjugar el verbo te amo,
o la vida mejor no importa un bledo;
aunque entonces, como hombre arrepentido,
al ver una mujer me daba miedo,
más bien desesperado que atrevido,
«Y ¿un nuevo amor», le pregunté amoroso,
«no os haría olvidar viejos amores?»
Mas ella, sin dar tregua a sus dolores,
contestó con acento cariñoso:
«La tierra está cansada de dar flores;
necesito algún año de reposo.»

VI
Marcha el tren tan seguido, tan seguido,
como aquel que patina por el hielo,
y en confusión extraña,
parecen, confundidos tierra y cielo,
monte la nube, y nube la montaña,
pues cruza de horizonte en horizonte
por la cumbre y el llano,
ya la cresta granítica de un monte,
ya la elástica turba del pantano;
ya entrando por el hueco
de algún túnel que horada las montañas,
a cada horrible grito
que lanzando va el tren, responde el eco,
y hace vibrar los muros de granito,
estremeciendo al mundo en sus entrañas;
y dejando aquí un pozo, allí una sierra,
nubes arriba, movimiento abajo,
en laberinto tal, cuesta trabajo
creer en la existencia de la tierra.

VII
Las cosas que miramos
se vuelven hacia atrás en el instante
que nosotros pasamos;
y, conforme va el tren hacia adelante,
parece que desandan lo que andamos;
y a sus puestos volviéndose, huyen y huyen
en raudo movimiento
los postes del telégrafo, clavados
en fila a los costados del camino,
y, como gota a gota, fluyen, fluyen,
uno, dos, tres y cuatro, veinte y ciento,
y formando confuso y ceniciento
el humo con luz un remolino,
no distinguen los ojos deslumbrados
si aquello es sueño, tromba o torbellino.

VIII
¡Oh mil veces bendita
la inmensa fuerza de la mente humana
que así el ramblizo como el monte allana,
y al mundo echando su nivel, lo mismo
los picos de las rocas decapita
que levanta la tierra,
formando un terraplén sobre un abismo
que llena con pedazos de una sierra!
¡Dignas son, vive dios, estas hazañas,
no conocidas antes,
del poderoso anhelo
de los grandes gigantes
que, en su ambición, para escalar el cielo
un tiempo amontonaron las montañas!

IX
Corría en tanto el tren con tal premura
que el monte abandonó por la ladera,
la colina dejó por la llanura,
y la llanura, en fin, por la ribera;
y al descender a un llano,
sitio infeliz de la estación postrera,
le dije con amor: «¿Sería en vano
que amaros pretendiera?
¿Sería como un niño que quisiera
alcanzar a la luna con la mano?»
Y contestó con lívido semblante:
«No sé lo que seré más adelante,
cuando ya soy vuestra mejor amiga.
Yo me llamo Constancia y soy constante;
¿qué más queréis», me preguntó, «que os diga?».
Y, bajando el andén, de angustia llena,
con prudencia fingió que distraía
su inconsolable pena
con la gente que entraba y que salía,
pues la estación del pueblo parecía
la loca dispersión de una colmena.

X
Y con dolor profundo,
mirándome a la faz, desencajada
cual mira a su doctor un moribundo,
siguió: «Yo os juro, cual mujer honrada,
que el hombre que me dio con tanto celo
un poco de valor contra el engaño,
o aquí me encontrará dentro de un año,
o allí...», me dijo, señalando el cielo.
Y enjugando después con el pañuelo
algo de espuma de color de rosa
que asomaba a sus labios amarillos,
el tren (cual la serpiente que, escamosa,
queriendo hacer que marcha, y no marchando,
ni marcha ni reposa)
mueve y remueve, ondeando y más ondeando,
de su cuerpo flexible los anillos;
y al tiempo en que ella y yo, la mano alzando,
volvimos, saludando, la cabeza,
la máquina un incendio vomitando,
grande en su horror y horrible en su belleza,
el tren llevó hacia sí pieza por pieza,
vibró con furia y lo arrastró silbando.

Canto tercero: el crepúsculo
I
Cuando un año después, hora por hora,
hacia Francia volvía
echando alegre sobre el cuerpo mío
mi manta de alamares de Zamora,
porque a un tiempo sentía,
como el año anterior, día por día,
mucho amor, mucho viento y mucho frío,
al minuto final del año entero
a la cita acudí cual caballero
que va alumbrando por su buena estrella;
mas al llegar a la estación aquella
que no quiero nombrar, porque no quiero,
una tos de ataúd sonó a mi lado,
que salía del pecho de una anciana
con cara de dolor y negro traje.
Me vio, gimió, lloró, corrió a mi lado,
y echándome un papel por la ventana:
«Tomad», me dijo, «y continuad el viaje».
y cual si fuese una hechicera vana
que después de un conjuro, en la alta noche
quedase entre la sombra confundida,
la mujer, más que vieja, envejecida,
de mi presencia huyó con ligereza
cual niebla entre la luz desvanecida,
al punto en que, llegando con presteza
echó por la ventana de mi coche
esta carta tan llena de tristeza,
que he leído más veces en mi vida
que cabellos contiene mi cabeza.

II
«Mi carta, que es feliz, pues va a buscaros,
cuenta os dará de la memoria mía.
Aquel fantasma soy que, por gustaros,
juró estar viva a vuestro lado un día.
»Cuando lleve esta carta a vuestro oído
el eco de mi amor y mis dolores,
el cuerpo en que mi espíritu ha vivido
ya durmiendo estará bajo las flores.
»Por no dar fin a la ventura mía,
la escribo larga... casi interminable...
¡Mi agonía es la bárbara agonía
del que quiere evitar lo inevitable!
»Hundiéndose al morir sobre mi frente
el palacio ideal de mi quimera,
de todo mi pasado, solamente
esta pena que os doy borrar quisiera.
»Me rebelo a morir, pero es preciso...
¡El triste vive y el dichoso muere!...
¡Cuando quise morir, dios no lo quiso;
hoy que quiero vivir, Dios no lo quiere!
»¡Os amo, sí! Dejadme que habladora
me repita esta voz tan repetida;
que las cosas más íntimas ahora
se escapan de mis labios con mi vida.
»Hasta furiosa, a mí que ya no existo,
la idea de los celos me importuna;
¡juradme que esos ojos que me han visto
nunca el rostro verán de otra ninguna!
»Y si aquella mujer de aquella historia
vuelve a formar de nuevo vuestro encanto,
aunque os ame, gemid en mi memoria;
¡yo os hubiera también amado tanto!...
»Mas tal vez allá arriba nos veremos,
después de esta existencia pasajera,
cuando los dos, como en le tren, lleguemos
de vuestra vida a la estación postrera.
»¡Ya me siento morir!... El cielo os guarde.
Cuidad, siempre que nazca o muera el día,
de mirar al lucero de la tarde,
esa estrella que siempre ha sido mía.
»Pues yo desde ella os estaré mirando;
y como el bien con la virtud se labra,
para verme mejor, yo haré, rezando,
que Dios de par en par el cielo os abra.
»¡Nunca olvidéis a esta infeliz amante
que os cita, cuando os deja, para el cielo!
¡Si es verdad que me amásteis un instante,
llorad, porque eso sirve de consuelo!...
»¡Oh Padre de las almas pecadoras!
¡Conceded el perdón al alma mía!
¡Amé mucho, Señor, y muchas horas;
mas sufrí por más tiempo todavía!
»¡Adiós, adiós! Como hablo delirando,
no sé decir lo que deciros quiero.
Yo sólo sé de mí que estoy llorando,
que sufro, que os amaba y que me muero.»

III
Al ver de esta manera
trocado el curso de mi vida entera
en un sueño tan breve,
de pronto se quedó, de negro que era,
mi cabello más blanco que la nieve.
De dolor traspasado
por la más grande herida
que a un corazón jamás ha destrozado
en la inmensa batalla de la vida,
ahogado de tristeza,
a la anciana busqué desesperado;
mas fue esperanza vana,
pues, lo mismo que un ciego, deslumbrado,
ni pude ver la anciana,
ni respirar del aire la pureza,
por más que abrí cien veces la ventana
decidido a tirarme de cabeza.
Cuando, por fin, sintiéndome agobiado
de mi desdicha al peso
y encerrado en el coche maldecía
como si fuese en el infierno preso,
al año de venir, día por día,
con mi grande inquietud y poco seso,
sin alma y como inútil mercancía,
me volvió hasta Paris el tren expreso.



lunes, 15 de julio de 2013

Ocho consejos para escribir cuentos -Por Kurt Vonnegut , Jr. (1922-2007)

Ocho consejos para escribir cuentos -Por Kurt Vonnegut , Jr. (1922-2007)
1-      Usted hará uso del tiempo de un total extraño. Hágalo de modo que el o ella no sienta que ese tiempo fue desperdiciado.

2- Conceda al lector al menos un personaje que le importe.

3- Cada personaje debería desear algo, aunque sea un vaso de agua.

4- Cada oracion deberia hacer una de estas dos cosas , o ambas : retratar a un personaje o hacer avanzar la accion.

5- Empiece tan cerca del final como le sea posible.

6- Sea sádico. No importa cuán dulces e inocentes sean sus personajes principales, haga que les ocurran cosas atroces, de modo que el lector sepa de qué estan hechos.

7- Escriba para complacer a una sola persona . Si abre la ventana para abrazar al mundo, su historia contraera pulmonía.

8- Dé a sus lectores toda la información posible , tan pronto como sea posible. al diablo con el suspenso . Los lectores deberían entender tan completamente lo que sucede , dónde y porque, que si las cucarachas se comieran las últimas páginas ellos podrían terminar el cuento por sí mismos.

domingo, 14 de julio de 2013

A través de las barricadas




A través de las barricadas


La madre no sabe dónde ha ido el amor
ella dice que debe ser la juventud
que nos mantiene fuertes
verlo en su rostro, que se convirtió en hielo
y cuando sonríe se muestra
las líneas de sacrificio.

Y ahora sé lo que están diciendo
cuando el sol comienza a desaparecer
e hicimos el amor en el desierto
ya través de las barricadas.

Mi Padre hizo mi historia
luchó por lo que pensaba
se nos hizo de alguna manera gratuita.

Él me enseñó lo que dicen en la escuela
i se aprendieron de memoria
pero ahora que ha partido en dos.

Y ahora sé lo que están diciendo
en la música del desfile
hicimos nuestro amor en el desierto
ya través de las barricadas.

Nacidos en lados diferentes de la vida
sentimos lo mismo
y sentir todo esto la lucha
así que venga a mí cuando estoy dormido
vamos a cruzar la línea de
y la danza en la calle.

Y ahora sé lo que están diciendo
cuando los tambores comienzan a desvanecerse
hicimos nuestro amor en el desierto
ya través de las barricadas.

Oh, dar la vuelta y voy a estar allí
no hay una cicatriz en mi corazón
pero voy a desnudar una vez más
pensé que íbamos a la raza humana
pero eran más que otra línea fronteriza de los casos
y las estrellas llegar abajo y díganos
que siempre hay una fuga.

Yo no sé de dónde ha ido el amor
y en esta tierra problemas
la desesperación nos mantendrá fuertes
ves ese niño está lleno de alma
sin nada que perder
hay de todo para ir.

Y ahora sé lo que están diciendo que están
se trata de una belleza terrible que hemos hecho
así que hacemos el amor en la tierra baldía
ya través de las barricadas.

Ahora sé lo que están diciendo que están
como los corazones van a la tumba
hicimos nuestro amor en el desierto
ya través de las barricadas.

jueves, 11 de julio de 2013

94.7 Mañana 24 hs EL DIABLO, PROBABLEMENTE...

RAMMSTEIN, NIETZCHE & HITLER; ¿Debajo del escenario solo hay siempre partenaires ? Viernes 24.00 hs., "El Diablo, probablemente"

Fb: EL DIABLO, PROBABLEMENTE

sábado, 6 de julio de 2013

FERIA DEL LIBRO REGIONAL DE SAN MARTÍN

La Lupa Cultural tiene el agrado de invitarlos a participar en la Feria del Libro Regional de San Martin
Les envio el enlace a donde encontrarán más información



Alfredo Legnazzi     Silvia Vázquez