sábado, 16 de noviembre de 2013

"No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber.
No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo... La vida es desierto y oasis, nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia... No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.. no caigas en el peor de los errores EL SILENCIO. La mayoría vive en un silencio espantoso.. No te resignes.. disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.. Aprende de quienes puedan enseñarte... No permitas que la vida te pase a tí sin que la vivas..." 
(La sociedad de los poetas muertos)

viernes, 15 de noviembre de 2013

Citas de Lupita López Carreño en "La curiosidad de un pasaje abierto"; "Cartas sin estampilla" y "La ceremonia del realismo mágico"


“[…] Y en puntas de pie besó el aire conjeturando su boca, como con ese desmán con que se adelanta un abrazo desde la esquina extendiendo los brazos, las manos y las uñas largas para que la magia transpire el amor antes que la piel de los cuerpos […]”
Lupita López Carreño, “La curiosidad de un pasaje abierto”, © Ed. Friday Gives, septiembre 1977.
“[…] Sonrío extensamente. A veces el amor, por desmesurado, puro, elocuente, duele en la boca. La mueca frente a la noticia del colacionado, le había entumecido las mejillas. Y Sonrió. Sonrío ampliamente hasta que, tras cerrar la puerta con el telegrama en las manos temblorosas, tocaron el timbre. Una. Dos. Tres veces. Y ahí sonrió la casa. Y tembló la cama, como en trote apurado, inescrupulosamente.”
Lupita López Carreño, “Cartas sin estampilla”, © Ed. Friday Gives, septiembre 1980.
“[…]  Como un culto adscripto a ese amor de encastres ignotos, el llamado a los dioses de la intemperie fue coetáneo a la reunión de sus almas abyectas, cansadas, acumuladas de deseos efervescentes: una noche de agosto del 1970, la luz de neón serpenteó sobre el abrazo, como un relámpago de corta distancia, iniciático del fuego; la misma noche de agosto, el beso en el callejón patentó el inventario de la espera y, como un trueno, anunció los mil pedazos en que devendría el pasado que los había hendido; la misma noche de agosto, las hileras de baldosas a sus costados se agrietaron como si dos rayos hubieran sido disparados por el Dios de la tempestad, por el Dios de los despejes de las tinieblas, solo a sus costados, subrayando sus lindes. Se quedaron solos en su lugar en el mundo esa misma noche de agosto del 1970 en la que se precipitó toda la vida de pronto y una tormenta eléctrica sólo llovió sobre sus caras […]”
Lupita López Carreño, “La ceremonia del realismo mágico”; © Ed. Friday Gives, septiembre 1972.
“[…] La nigromante de “Canteros”, tras la liturgia anterior a la tormenta, frente al siempre insomne Ramón Olleros, ya había divulgado la antigua profecía:
<<Mi Santa Madre, Doña Juana de Fuentes, me ha contado de infanta una leyenda que, decía ella, se consumaría la noche de agosto en que, bajo las luces de neón del centro de la “Plaza de los Escribientes”, se toparan un varón y una mujer que reescribirían el Evangelio, un varón que sería varón, fiel, compañero, amigo, amante, anatómicamente completo con la salvedad de una costilla, y una mujer, valiente, aguerrida, fiel, compañera, amiga, y ardiente de su varón, que nacería del carozo de una naranja. Y ellos se darían, así, a la tarea de contravenir los axiomas de enseres, neceseres y pábulos prohibidos con el pretexto de jactancia de la eternidad. Se darían al compromiso de incautar los mandamientos, pero practicando sus actos a la vista de las ágoras, con buena fe y amor profundos. La noche de agosto en que esos imberbes retoñaren en el encuentro diabólico de un amor señero, todos los seres de Canteros, se curarían. Se curarían del padecimiento clínico, la dolencia mental y el pecado. Hombres y mujeres, animales y plantas, despertarían sin el mal que los fatigaba´.
Es por eso, Ramón, que ahora usted ha descubierto lo que es dormir, ha descubierto de sí la emergencia del cansancio, y su mujer ha podido cruzar la dolencia ramificada. A partir de esta noche acaecida bajo la lluvia de agosto en la plaza central, la vida permanecerá finita, pero desde una inmunidad completa inicial. Sirva, Ramón, aprovechar que la concreción legendaria no le ha hecho perder la memoria, y que la sabiduría puede aletargar la muerte verdadera tan oscura y tan temida en este pueblo.”
Lupita López Carreño, “La ceremonia del realismo mágico”; © Ed. Friday Gives, septiembre 1972.


domingo, 22 de septiembre de 2013

...

soy hada madrina de un sueño de luna de escarcha de brasa de juego
bato mis alas al hombro al hombre en medio de noches desprendidas de estrellas
aleteo gestante metas imposibles allanadas en sueños de locura
vuelo al oído de oídos de porcelana zumbo grito jadeo deletreo caracola palabras marítimas en la querencia de tus asombros inmaculados
bato cremas y recreos de timbres y campanas que gimen todas juntas en esta fiesta de artilugios compuestos
te haré escribir sobre mi cuerpo una fotografía de ceños sin frunce, de Alma-naques enrollados en nuestra almaroteca
leeré tus ojos para agitar las alas del mundo y gatearé en las cuevas en el suelo trapecista sobre el hilo invisible de Ariadna sin monstruos

ahora me desequilibro mi libro
ahora que es hora de hadar-madrina de todos los besos que se encuentran
ahora que es hora
siempre hora ahora desde que sos

agito mi equilibrio costeando el reto de un corazón colibrí y cumplo deseos sin chascos de yerros sin boca de relámpago

es tan grande que tendré la generosidad de repartir las flores del ciruelo las semillas de la siembra

voy y vengo de hombre en hombro
y a vos te entrego mi fuerza,
y me multiplico erguida sobre los omóplatos donde patalean nuestras alas juntas

y con todo eso y la paz de montaña de mi mesa enredada de recuerdos
también me calmo el ala izquierda
que ya he volado hace tantos viernes
desde mi cubículo de pompas de jabón acorazadas en la piel en que he devenido

a tu hombre
a tu hombre he volado
a tu hombro
seis luceros pensionada alojada de tu vida

estoy siempre yendo yendo y viniendo viniendo de vos en mí de mí en vos
a tu hombre a tu hombro

muy hembra de tu hombre

domingo, 11 de agosto de 2013

TALLEREAMOS EN EL BAR DE LAS LETRAS


TALLEREAMOS EN EL BAR DE LAS LETRAS
En La Campana Bar de Letras estamos creando nuevos mundos a partir de la palabra y la imagen.
Talleres de escritura creativa para niños; narrativa para adolescentes y adultos; y poesía; y foto-escritura creativa.
¡Vení! ¡Dale! ¡Vení! No postergues más ese gesto artístico que te hace temblar las manos. No las dejes errabundear en la distracción cotidiana evadiendo tus improntas creativas. El arte, con todo, no es sino una de las maneras más milagrosas con las que podemos cambiar el mundo y aun crear mundos sobre la base de nuestra vida real, pero construyendo personajes que pueden exhalar sus miserias y deseos reprimidos. Nadie nos juzgará por lo que dicen nuestros narradores y actantes. Nadie. Pero nosotros habremos cambiado. Habremos recreado lo que es posible rearmar y reconstruir de infinidad de formas, tantas como individualidades existen. Con algunas herramientas y coordinación, el texto deja de ser oraciones sueltas con puntos y aparte o borradores manuscritos tachados o hechos bollos. El texto se vuelve narrativo en el mundo narrado.
En eso estamos hace tiempo ya en La Campana Bar de Letras. Y en eso estábamos, titubeando o firmes, antes de conocernos los que nos reunimos en los talleres. Estábamos antes siendo escritores, artistas, como la estatua en el mármol en el decir de Miguel Ángel. Y un día nos decidimos a compartir lo que hacíamos o a buscar consignas para hacer. Fue un día, distinto para cada uno, pero a partir de un café en el patio de La Campana, entre los cactus y el jazmín de Mony, entre mariposas, totoras, tejidos, y palabras en portugués. Y entonces no nos fuimos más. Y escribimos, jugamos a escribir, escribimos jugando, fotografiamos sin normas que ejerzan sus fuerzas sino desde adentro hacia afuera, y soltamos versos al aire, al frío, al viento, a partir de nuestra experiencia, de nuestras secuelas y riquezas cotidianas.
A veces me pregunto qué es lo que más amo hacer en la vida. Yo respondo que aquello que me ratifica, que me cambia, que me sana, que me conmueve, que alimenta esa niñez lúdica que la adultez esconde. Y una sola cosa lo completa todo: el oficio de escribir. Y otra sola cosa lo llena de colores: las ganas de dar luz a quienes quieren intentarlo.
Sin badajo, no hay campana, así que ¡dale!, ¡vení!
Gisela Vanesa Mancuso.
Coordinadora de los talleres.
Info: abrazomariposa@yahoo.com.ar







martes, 30 de julio de 2013

DISTANT SOUNDS --------------- A CLIQUEAR

https://www.facebook.com/clearcanvasmusic/likes

http://clearcanvas.bandcamp.com/album/distant-sounds-ep

Si uno recreara sonoramente un camino de buceo en las profundidades de una laguna de aguas azules, probablemente escogería las notas que, en su conjunto, convergerán en la medianera de nuestras emociones, de nuestros sentimientos estables: en la frontera invisible e indivisible entre las vibraciones, el burbujeo de lo deseado y la calma que se añora para que las burbujas lleguen a destino antes de romperse.
Escuchando Distant sound, uno se adentra en uno, se zambulle en las estelas de lo desconocido, aunque remita a lo que nos hizo crecer y besar a los ´80.
Uno hace pie allí donde hay agua y más agua debajo. Porque los sonidos se nos acercan y, si estamos distantes, nos vociferan al oído esa historia que cada auditor completa a partir de la iniciativa de los músicos.
Los sonidos distantes atemperan los latidos del corazón: recrean un mundo narrado como en secreto, como hormigas que caminan por los laberintos de nuestros oídos. Como un caracol que nos zumba esa esencia de la que estamos hechos aunque tantas veces parezcamos tan distantes.

Gisela Vanesa Mancuso

Fragmento de Romeo y Julieta de William Shakespeare





ROMEO [adelantándose]
Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido.
Pero, alto. ¿Qué luz alumbra esa ventana?
Es el oriente, y Julieta, el sol.
Sal, bello sol, y mata a la luna envidiosa,
que está enferma y pálida de pena
porque tú, que la sirves, eres más hermoso.
Si es tan envidiosa, no seas su sirviente.
Su ropa de vestal es de un verde apagado
que sólo llevan los bobos ¡Tírala!
(Entra JULIETA arriba, en el balcón]

¡Ah, es mi dama, es mi amor!
¡Ojalá lo supiera!
Mueve los labios, mas no habla. No importa:
hablan sus ojos; voy a responderles.
¡Qué presuntuoso! No me habla a mí.
Dos de las estrellas más hermosas del cielo
tenían que ausentarse y han rogado a sus ojos
que brillen en su puesto hasta que vuelvan.
¿Y si ojos se cambiasen con estrellas?
El fulgor de su mejilla les haría avergonzarse,
como la luz del día a una lámpara; y sus ojos
lucirían en el cielo tan brillantes
que, al no haber noche, cantarían las aves.
¡Ved cómo apoya la mejilla en la mano!
¡Ah, quién fuera el guante de esa mano
por tocarle la mejilla!

viernes, 26 de julio de 2013

EL MUNDO DONDE LOS HOMBRES SE CALLABAN - CARLOS SKLIAR

Carlos Skliar

Había un mundo donde los hombres se callaban.

Se callaban porque todo lo que decían no se encontraba en ningún sitio y, en su lugar, sólo veían desolación y ausencia, bosques siempre renegridos y los despojos de un tiempo perdido.

Se callaban porque decían que sí cuando en verdad dudaban y rodeaban la piel viva de la incertidumbre con largos sonidos oscuros. Porque decían que no cuando lo cierto era que temblaban y soñaban y sentían. Y porque decían y decían y decían y no había nadie, ninguno, del otro lado.

Se callaban porque transformaron las grandes palabras en bocas partidas y perdieron de vista hasta secar las más pequeñas, las palabras dichas por primera vez, las palabras-sílabas.

Se callaban porque al decirse ya no se miraban. Se regodeaban, se ensalzaban, se engrandecían, se aniquilaban.

En el mundo de los hombres que se callaban, las mañanas comenzaban con gestos limpios. Las tardes no precisaban sonidos ajenos. Y por la noche, en vez de hablar, escuchaban.

Escuchaban a los niños que sí hablaban. Escuchaban a las mujeres que sí hablaban. Escuchaban la tierra que sí hablaba.

Y se detenían. Se daban cuenta que escuchar era más largo que hablar, más hondo, más claro. Percibían con asombro cuánto el mundo era más interesante que ellos mismos.

Por fin, regresaban a la vida a la que habían perdido porque sólo invocaban su nombre sin pronunciarla. Volvían a la vida a la que habían fatigado por tantas declinaciones sin motivo.


Los hombres se callaron y, así, descubrieron la humedad, el deseo, la abertura de los párpados.

Y, también, por acaso o por asombro, descubrieron la escritura.

(Puede leerse también en: http://carlosskliar.blogspot.com.ar/)
Skliar - Literatura - Filosofía - Educación
CARLOSSKLIAR.BLOGSPOT.COM

San Telmo


martes, 23 de julio de 2013

Huellas

Fabio Morábito  Huellas A Diego, quien me dio la idea

Está lejos de la parte más concurrida de la playa y, como de costumbre, mientras camina, mira las huellas de los bañistas en la arena. Le gustan los sitios apartados, donde las huellas son escasas y puede observarlas mejor. Mira el rastro de una madre y de su niño, que va en sentido contrario al suyo. Son pisadas de dos o tres horas atrás. Piensa que una mujer no se habría aventurado sola cargando a su niño hasta ese punto de la playa, así que también debió de acompañarlos el padre, cuyas huellas han desaparecido porque seguramente caminaba más cerca de la orilla y han sido borradas por el agua. Las del pequeño, que aparecen y desaparecen a intervalos regulares, indican que su madre lo cargaba, lo bajaba durante un rato y volvía a cargarlo. Donde sus huellas están ausentes, las de la madre se ven más delineadas por el mayor peso que sus pies soportaban en ese momento y el arco dactilar de ella se observa dilatado a causa del movimiento instintivo para proporcionar al cuerpo una mejor base de equilibrio. Él nunca se cansa de ver las alteraciones que tienen lugar en la anatomía del pie de una madre cuando ésta carga a su crío; incluso ha observado que la dilatación del arco dactilar se da espontáneamente en muchas mujeres con sólo mirar a un bebé.
La arena se ha enfriado y eso lo pone nervioso. Le gustaría alcanzar el extremo de la bahía, pero piensa que debe regresar, pues dentro de poco se hará de noche. Está a punto de darse media vuelta para volver, cuando se fija en otras huellas, un rastro que avanza hacia el final de la playa, formado por las pisadas de dos hombres y una mujer que caminan juntos. La mujer va en medio, probablemente cogida del brazo de los dos hombres, porque los tres pares de huellas están muy próximos entre sí. Él mira a lo lejos para ver si alcanza a ver a los tres individuos y, en efecto, distingue tres puntos aparentemente inmóviles y se pregunta por qué se habrán alejado tanto. A la distancia en que se encuentran, no puede saber si están de regreso, pero supone que sí, porque va a anochecer dentro de poco.
Advierte en las pisadas de los dos hombres y la mujer una leve contracción de los dedos, que conoce bien. Sabe que suele ser fruto de alguna tensión o malestar. Es como si temieran cortarse con algo puntiagudo, un clavo o un trozo de vidrio. Pero hay algo más en sus huellas que lo desconcierta. Es un rastro demasiado regular, desprovisto de esas ondulaciones que suelen tener las pisadas de quienes caminan en la orilla del mar. Al contrario de la mayor parte de los bañistas, que se retiran de un salto cada vez que una ola particularmente fuerte los alcanza, los dos hombres y la mujer parecen haber hallado la línea que transcurre más cerca del agua sin ser afectada por las olas, como si tuvieran el poder de predecir con exactitud el alcance de la marea sobre la arena, lo que hace que su rastro sea extrañamente parejo. Nunca había visto un rastro tan en consonancia con el oleaje. Vuelve a preguntarse si no estarán de regreso. Si estuviera seguro de que vienen de regreso se sentaría a esperarlos, para verlos de cerca.
Piensa que debe volver al hotel, pero esas huellas lo intrigan. El hombre de la derecha es el de más edad, porque en sus pisadas se nota una mayor proximidad de los dedos al metatarso, y observa que al lado de sus huellas se ven las marcas de algo puntiagudo, quizá un palo o un bastón, aunque el hombre no parece tan viejo como para necesitar un bastón. El de la izquierda es el más joven, pero no tanto como para no ser el esposo de la mujer. Sin embargo, él cree que el marido de la mujer es el otro, el más viejo, porque ella invade constantemente su línea de pisadas, como si lo empujara o se recargara en él, lo que indica un grado de confianza que la mujer no tiene con el hombre más joven, cuyas huellas nunca llegan a morder las suyas. De hecho, las pisadas del hombre más joven se encuentran ligeramente rezagadas con respecto a las de sus acompañantes. Parecería que la mujer, tomándolo del brazo, lo estuviera jalando para que se emparejara con ella y con el hombre mayor, sin conseguirlo completamente, ya que el joven se resiste, lo que se advierte por su manera de pisar con el lado externo del pie, que es como se camina cuando no se quiere hacer ruido o se está nervioso. Es, pues, como si hubiera entre la mujer y el hombre más joven una pugna sorda. Piensa que la mujer no lo tomaría del brazo si el hombre más joven no fuera amigo de ella y del otro hombre. El hombre joven, así, es alguien cercano a los dos, pero más cercano a la mujer, a juzgar por aquel forcejeo sutil, como si entre él y la mujer existiera algún entendimiento del cual se halla excluido el hombre más viejo…
Se pregunta si no lo adivinó desde el principio; si no fue esto lo que percibió oscuramente desde que se fijó en el rastro de los tres. Imagina al hombre más joven, renuente a esa caminata en compañía de su amante y del marido de ésta, y a la mujer que toma a su joven amante del brazo para darle ánimo o, quizá, para tenerlo bajo control. Tal vez, incluso, lo sujeta de ese modo para que no desfallezca ante lo que han planeado hacer en esta hora extrema en que no hay nadie en la playa.
Se ha detenido, horrorizado por esta idea. La playa luce completamente vacía en la luz moribunda del ocaso. Sabe que debe volver. Han pasado más de diez minutos desde que descubrió aquel rastro y los tres siguen siendo unos puntos casi invisibles en la distancia. Comprende que no vienen de regreso, sino que avanzan hacia el extremo de la bahía, donde la playa se adelgaza y termina en un roquedal que divide el mar abierto de las aguas relativamente tranquilas de la ensenada. Un sitio inhóspito, donde la corriente encajonada entre los riscos forma rápidos remolinos. En veinte minutos más, con la celeridad de los atardeceres del trópico, las tinieblas se tragarán la playa, lo que hace más inexplicable que los tres sigan caminando en dirección al roquerío de la punta.

Ha visto en su vida decenas de miles de pies. No hay nada probablemente que conozca mejor que los pies. Las pisadas le indican no sólo las características físicas de un individuo sino su personalidad, incluso su estado de ánimo, o eso cree él. ¿Para qué le sirve todo eso? Para nada. Hasta es posible que lo haya perjudicado, alejándolo de sus semejantes. Porque no es tan tonto como para ignorar que la información que proporcionan las huellas de unos pies no dice nada verdaderamente decisivo acerca de su dueño. A lo mejor, en el fondo, busca liberarse de esa obsesión, forzando sus dotes inductivas para que algún día la realidad lo desmienta rotundamente y, así, lo cure. Pero por primera vez su vicio detectivesco le parece providencial. Se ha olvidado del hotel y camina sin despegar los ojos de aquel rastro, buscando algún indicio de violencia ejercida sobre el hombre de más edad. Se concentra en las marcas del bastón, las observa minuciosamente y advierte que son más tenues que las que dejaría un bastón de viejo, como si el hombre no lo usara para apoyarse sino para trazar señales en la arena, y se pregunta si el tipo, al verlo a él en la lejanía después de voltear en algún momento, consciente del peligro que corre, no le estará mandando con el bastón un mensaje de socorro. Las señales, en efecto, parecen sucederse en una alternancia regular de rasgos largos y rasgos breves. Luego, la súbita revelación lo obliga a pararse y a observar de nuevo los tres puntos a lo lejos. ¿Cómo no lo comprendió en seguida? Todo, en un instante, encaja en su sitio. La ansiedad que muestran esas pisadas, que él interpretó erróneamente como un forcejeo cómplice entre la mujer y el hombre más joven; la extraña capacidad de los tres de predecir el alcance del oleaje; la nerviosa intermitencia del bastón del hombre de más edad; todo, de golpe, le parece de una claridad casi obvia, al comprender que las marcas intermitentes son de un bastón de ciego. Los tres, cogidos del brazo, caminan hacia el lado equivocado de la playa porque no pueden ver, y él, a un par de kilómetros de distancia, es el único que se ha percatado de su error. Empieza a correr y conforme cobra conciencia de que tiene que darse prisa antes de que la marea nocturna alcance a los dos hombres y a la mujer entre las rocas de la punta, aumenta el ritmo hasta encontrar una cadencia sostenida, demasiado sostenida para sus escasas aptitudes de corredor. Piensa que lo que aprendió en toda una vida de extirpar callos y juanetes, de aplicar pomadas y extraer uñas enterradas, de lijar talones y atacar los hongos bajo los dedos de los pies, se justifica por esta única carrera para alcanzar a los tres individuos que caminan en la dirección equivocada. Sigue corriendo, la vista fija en los tres puntos delante de él, reprochándose su escasa condición atlética, y diez minutos después se le acaba el aire y tiene que pararse. Mira el primer mar nocturno, su extensión acerada y fría que da miedo, mientras pone sus manos sobre las rodillas para facilitar en esa posición el paso del aire a los pulmones. Cuando se ha recuperado, reanuda la carrera a un ritmo más bajo. Le parece extraño que no haya acortado la distancia que lo separa de ellos, cuyas siluetas no se han agrandado en lo más mínimo, y sigue corriendo durante otros cinco minutos, luego vuelve a pararse, desalentado al ver que los tres puntos, ahora casi borrados por las tinieblas, parecen estar a la misma distancia de antes. Baja la vista, fijándose otra vez en las huellas, y entiende por qué no puede alcanzarlos. Ellos también han empezado a correr.

jueves, 18 de julio de 2013

Juegos Florales Virtuales Invierno 2013 - Mis Escritos

Invierno 2013 - Mis Escritos

Mis Escritos convoca a los Juegos Florales Virtuales Invierno 2013 de acuerdo a las siguientes bases:
1.      Podrán participar escritores de cualquier nacionalidad y lugar de residencia, mayores de 18 años de edad.
2.      La participación es libre y gratuita.
3.      Las obras deberán estar escritas en idioma español y ajustarse a las consignas asignadas a cada género. Las consignas deberán estarsubrayadas en el texto. No se admitirán obras que no contengan las tres palabras (en poesía) y/o la frase completa de las consignas. La idea es que los participantes escriban a partir de las consignas.
4.      CONSIGNAS:
a.      Para poesía: SALVAJE, ESPEJO Y CERRO
b.      Para narrativa: “CAMINÓ LENTAMENTE, BUSCANDO DONDE REFUGIARSE”
5.      Cada autor podrá participar en ambos géneros con sólo una obra en cada uno.
6.      ENVÍO DE LOS TEXTOS Y DATOS COMPLETOS. Las obras deberán enviarse en un archivo Word, tamaño A4, con tipografía Times New Roman, cuerpo 12, denominado “Poesía” y/o “Cuento” (lo que corresponda). No deberán estar firmadas ni con nombre real ni con seudónimo. En otro archivo Word deberán enviar los datos personales completos: Nombre y apellido, domicilio completo, Número de documento (sólo para residentes en Argentina), teléfono (fijo y celular), fecha de nacimiento, correo electrónico principal y alternativo. Ambos archivos en un solo mensaje a juegosflorales@misescritos.com.ar . (NO enviar currículum pues los mismos no serán tenidos en cuenta por los miembros de los Jurados).
7.      EXTENSIÓN DE LOS TEXTOS. En género poesía se admitirán obras que no superen los 35 versos. En género cuento, no deberán superar las 70 líneas.
8.       CATEGORÍAS: se establecen dos categorías:
a.       autores residentes en Argentina;
b.       autores residentes en el resto del mundo.
9.      PREMIOS: Para ambas categorías y ambos géneros:
a.      1º Premio: Diploma, tríptico con obras de los autores (en formato PDF) 2º y 3º Premio: Diploma y tríptico con obras de los autores (en formato PDF)
b.      Menciones de Honor – Un máximo de tres por categoría y género – Diploma
10.  PLAZOS: La inscripción cerrará el día 15 de Agosto de 2013 a las 24 hs, de Argentina.
11.  El jurado estará integrado por escritores del ámbito local siendo su fallo inapelable.
12.  Los premios serán enviados por correo electrónico.
13.  Mis Escritos convocará a un Juego Floral por cada estación del año, con lo cual en el año 2013 habrá un total de 48 obras seleccionadas; con las mismas editaremos, en el 2014, un libro en papel, conteniendo todas esas obras bajo el título Juegos Florales 2013. Con su participación los autores autorizan la publicación de sus obras. La edición del libro se realizará a demanda. La adquisición de ejemplares no será obligatoria.
14.  Cualquier circunstancia no descripta en estas bases será derimida por Mis Escritos a su solo arbitrio.