Porque me
dejaste sola,
Gisela Vanesa Mancuso
Texto protegido por ley 11.723
“Porque me dejó sola, Florencia, por eso es que tengo un agujero que se
expande con los años. Porque, mi primer hombre, mi primer amor, fue un todo
infinito que en ese momento existía”. Eso le dije a Florencia, hace un rato,
porque ella me preguntó por qué estaba tan triste, por qué si mi marido es un
sol, por qué recordar algo tan viejo, fosilizado. Porque no sé, Florencia.
Porque no sé por qué. Le cambié pronto el tema. Ando buscando jacarandaes por
doquier en esta primavera. Acá a la vuelta de casa, sobre Ricardo
Gutiérrez hay uno escondido, medio despechugado, pero que produce una urticaria
de flores lilas sobre la vereda; mis amigos me están mandando fotos de los
jacarandaes de su barrio. Fue como darle un sentido a mi vida, a mi vida de
ganso, porque los gansos trabajan en equipo y yo le saco flores a los
jacarandaes de mi barrio, y les pido a mis amigos que le saquen flores a los
jacarandaes de los suyos: en nuestras rutinas estamos todos así también
pendientes de la primavera, de los árboles torcidos, de los viejos, de los que
recién estrenan la juventud, y los que atiborran sus copas de florcitas
violetas, como campanitas lilas que se desprenden y detienen el paso de los
extraños que nos detenemos cuando la vereda ya no es de cal. “Sacale una foto a
algún jacarandá de Boedo, ya que estás ahí. Sí, ya estoy bien Florencia”. Y no.
No estoy bien. Después de contarle a Florencia el sueño que tuve anoche y que
verbalicé mientras dormía al lado de mi marido, expectante frente a mis
palabras inconscientes, me quedé medio campana sin badajo, como media flor de
jacarandá por caer.
“Porque me dejaste sola, Martín, y le pregunto a todos por qué. Sola, muy
sola me dejaste cuando estaba la tormenta, y le preguntaba a todos por qué, por
qué “, eso dije, dijo mi marido que no es Martín, y se llama Fabián, y yo
ahora entiendo esta sensación, esta reactualización de estado de incertidumbre
y fracaso. Este burbujeo en el estómago que amortigua el té de melisa, pero que
expande el mate. Me comí un caramelo con sabor a uva que me regaló Florencia
para mi cumpleaños, pero no se va. Me comí un chocolate derretido, y el ánimo
es una quietud esponjosa, como una hoja de aloe vera que retiene y retiene su
savia. También me pasé aloe por el esternón, el pie, y las manos. Trabajar la
tierra y pensar en los jacarandaes me agrieta las yemas de los dedos. Me
agrieta la yema de los dedos escribir “Porque me dejaste sola”. Mi marido no se
enojó. Cómo podría, si solo fue un sueño, si lo amo; pero también desde aquel
remoto tiempo, también en aquél espacio y contexto, esa persona enamorada y
dejada que fui yo, duele por todos lados. Duele por todos lados porque Martín
me dejó sola. Hay olor a jazmines, les echo agua con un dosificador, hay unas
pulgas que los amenazan con agujeros. Eso no les va a pasar: el insecticida que
me dio Gloria mata las pulgas de los jazmines, aunque me agarre a mí salpullido
en las muñecas y las ingles. Pica. Pica un poco, pero con aloe, ya está.
Prefiero que vivan los jazmines y rascarme. Huelen rico. Respiro profundo: es
como una sesión de yoga para mi ánimo que ha viajado. Esta mañana, al
despertarme, ha viajado hacia 1995, el año del primer beso del primer amor; y
sobre todo (porque me dejaste sola, Martín) al año 2002, cuando me dejaste
efectivamente, cash, cash, sola, muy sola sin cuotas, muy sola sin
financiamiento ni crédito. Débito de mano en mano, anillo por anillo. Sola. Y
me dejaste. Creo que hoy es el aniversario de esa muerte. Y le llevo
jacarandaes para que no muera. Y me hago jacarandá, campanita violeta, y me
muero un poco hoy por aquello, de pie. De pie porque mi vida sigue, porque
Fabián llegará esta noche y nada de nada de aquello.
El presente
no se cae. El presente está bien amarrado a la corteza de una construcción, del
diálogo diario, del amor construido.
Por qué me dejó sola, mamá. Por qué, papi, me dejó sola. Por qué tío. Por
qué, abuela. Por qué me dejaste sola, le pregunto a todos. Por qué me dejó
sola, mamá justo en este momento en que todo está mal en esta familia, justo
que estoy por ser abogada y tengo que rendir Hermenéutica del derecho, justo
justito mamá, ahora tengo que interpretar este despojo. Me embolsó todas mis
cosas, nos sacamos los anillos. Y me dejó sola. Me arrancó de la tierra, mamá.
Me arrancó. Hoy caminé por la Plaza Richeri, y lloré tanto que las lágrimas
saltaban al piso, y exagero, sí, pero qué culpa tengo yo de la vulnerbilidad,
qué, cuál culpa de la exageración del dolor. Se entremezclaban las lágrimas con
las flores del jacarandá que está cerca del busto del General, y había lágrimas
y flores lilas por todos lados. Me acordé de nuestros toqueteos en los bancos
de cal, de noche, debajo de los árboles. De ese día que salimos corriendo
porque se acercaba un policía. De los días en que con ropa y todo me hacía
viajar al mundo donde no hay pensamientos. Los jacarandaes no me importaron más
desde ese día.
Por qué me dejaste sola. Por qué si tus ojos verdes ponían verdes los
míos. Por qué si, con mi respiración de sobra, con todo el aire que me sobraba,
menguaba tu asma y tu fatiga. Por qué, Martín, me dejaste sola en esta
tormenta, por qué sos el relámpago y el rayo, el tifón y el cismo, por qué te
vas cuando más. Cuando menos puedo ser sola. Cuando más te amo. Porque me
dejaste sola y envolviste mi vida en tu vida, mi vida en tu casa, con bolsas de
nylon. Porque me dejaste la primavera caída, las ramas sin flores, las hojas
disecadas. Por qué este agujero que no lo llenan ni las costuras, ni los
remiendes, ni el futuro que vendrá.
Porque me dejó sola, esta noche, después de diez años, soñé que me lo
preguntaba. Mi marido no se enojó. Sabe bien él que estoy juntando jacarandaes
para sonar como sus flores, para abrirme campana, y hacer ruido por todos
lados. Por todos lados, pero con él. Con él, o con los dos, si es que el
recuerdo, la memoria, y la presencia presente, no me dejan. No me dejan soltar
la hoja que pende todavía de mi vida. Porque me dejó sola. Sola me dejó. Y eso
es algo que es y se sabe –que somos solos en verdad-, pero que se desconoce a
los diecisiete, a los veinte cuatro. Que no se quiere nunca, ni a los treinta y
tantas monedas. Junto. Junto ayuda. Fotos de jacarandaes para que el sentido de
mi vida sea la permanencia, el aferramiento a lo que hay y tengo, a lo que me
dan y no llena; fotos de jacarandaes que brinden con sus copas la oportunidad
de la vida existida. De no ser invisible, de sentir y atreverse al riesgo de lo
que pueda pasar. Del agujero, o del agujerito. De la sensación de vacío o de
plenitud. De las mariposas en la panza o el burbujeo gástrico por la afección
de la memoria. Me dejó sola. Sola por todo mi cuerpo. Y junto fotos de
jacarandaes para que ese hoy y no el recuerdo, sea el sentido de mi
desplazamiento.
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