viernes, 9 de noviembre de 2012

Sula y el día de hoy


Por Sula

            La lluvia se deshilacha sobre mí; moja suavemente mi rostro, camino sola dirán algunos. No, no camino sola, camino con mis recuerdos de lluvias pasadas.

            Siempre de la mano, sin prisa, nos agradaba caminar en mis calles de barrio.
Era una costumbre, llegaba del trabajo y mutaba traje y corbata por jean y zapatillas.
Él era mi hombre, enlazábamos nuestras manos con firmeza; como nudos de macramé, entretejíamos nuestros dedos. Con ellos hemos tejido mantos de amores y pasiones.
Fuimos amantes hasta el cansancio de nuestros cuerpos  adultos.

            Los días de lluvia mi cama se vestía de amores inolvidables. Con suaves murmullos nuestra voz cantaba al son de las gotas. Éstas golpeaban con fuerza los ventanales, espiaban nuestra desnudez salvaje, nuestros cuerpos ondeaban en el mar de nuestras sábanas. Se oían risas y quejidos, mezclados con aromas de salvajes entrepiernas.

            Tornaban sus piernas, a enlazarse con las mías, nos ovillábamos. Nos estirábamos;
el sube y baja de la exaltación era nuestro homenaje a sabernos vivos. Los besos recorriendo mi vientre para multiplicarlo en gotas de rocío amoroso, que nueve meses después pariríamos.

            No, no estoy sola, camino aferrada de recuerdos perpetuos, que sólo son míos. Ellos ven su ausencia, porque su presencia fue fuerte. Al pasar me dicen,  “siempre los recuerdo tomados de las manos”. Es cierto, pero son ciegos, no ven que camino con él de la mano. Soy quien soy, porque supe de amores bríos. Fui fuego de los pies a la cabeza, fui mil mujeres en una. Supe de libertades no coartadas, fui su bailarina exótica, fui la madre de sus hijas, fui su amiga, la compañera pero sobre todo su amante.

   Amo la lluvia cuando estalla en mi rostro, barre llantos ocultos pero no barre mi memoria.
Camino sola por las calles de mi barrio, me recuerdan a cada paso una vivencia compartida. La casa que elegimos, las cervezas, los 21 de septiembres, el parque donde nuestras hijas dejaban volar su cándida niñez. Elevo la mirada y veo el mismo Jacarandá que nos tapaba, le daba sombra al calor de nuestras miradas. No, no estoy sola.

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